¿Qué narices hago aquí?

 

El re-equilibrio con el que encuentro el camino ante nuevos proyectos.

Estas vacaciones he estado reflexionando sobre los proyectos en los que me he involucrado desde septiembre del año pasado cuando mi iniciativa como consultora independiente vio la luz, aunque en realidad la llevaba gestando desde mi regreso a España en 2016. Con algunos miedos, decidí dar un salto de fe, olvidar lo que los números descendentes de mi cuenta bancaria me decían (aunque a veces sentía que gritaban desolados), respirar hondo y confiar, confiar en que algo bueno estaba por llegar.

Y así fue, confíe. Desde entonces he puesto mi corazón, manos y cabeza en proyectos que ni siquiera imaginaba que podían aterrizar en mi mesa. Si tuviera que quedarme con solo un aprendizaje de todo lo recorrido, sin duda rescato la capacidad de re-equilibrarme que he cultivado con paciencia este año. Con esto no quiero decir que la domine. Sin embargo, me gusta reconocer que es una capacidad que tengo a mi disposición para usarla cuando la necesito. La he practicado mucho, a veces a marchas muy forzadas; por ejemplo, cuando se presentaba un confinamiento de la escuela infantil del peque y había bloqueado mi calendario para un proyecto de dos semanas; cuando se solapaban proyectos de forma inesperada; o cuando un proyecto estaba en ese punto en el que no tienes claro cómo continuar adelante.

Ser consciente de que estamos atravesando una pandemia global me ha ayudado a darme esos espacios para re-equilibrarme. Aunque si lo pienso mejor, quizá a lo que me ha ayudado realmente es a validar mis necesidades a través de aquellas de los demás, que se hacían más evidentes en las interminables videollamadas. Así, he conseguido sentirme menos sola y aislada ante necesidades tan humanas, que en ocasiones tanto he ignorado, como tomarme un descanso, respirar, empezar el trabajo media hora después para dar un paseo, o planificar reuniones espaciadas a lo largo de la semana para tener tiempo de prepararlas con calma. Quizá parezca obvio, pero para mi circuito mental no ha sido sencillo entrenar esta nueva forma de cuidar mi espacio de trabajo y, en definitiva, bienestar personal.

Entre mis proyectos siempre hay iniciativas en las que trabajo de forma altruista con emprendedoras, proyectos educativos, o activismo relacionado con la maternidad. También en estos proyectos he practicado el re-equilibrio. En algunos momentos los he dejado en pausa para retomarlos más tarde o he planteado cambios en la estructura de colaboración para hacer sostenible mi participación. Esas decisiones no fueron fáciles, porque mi mente siempre quiere llegar a todo, y me hicieron reflexionar acerca de mis propios límites (mentales, energéticos, de tiempo, de recursos) y la importancia de escucharme para no traspasarlos.

Mesa de trabajo – 48.png

¿Cómo llevo esto del re-equilibrio a los nuevos proyectos a los que me enfrento?

A lo largo del año, he notado que esto del re-equilibrio también es necesario practicarlo en cada proyecto. He observado que al comenzar proyectos nuevos surge en mi una incomodidad GIGANTESCA. Son momentos en los que mi mente pregunta en bucle, ¿qué narices hago aquí?, en los que dudo de mí, me siento pequeña e incapaz.

1 / Romper el bucle.

He aprendido que cuando atravieso ese miedo, ante el inminente nuevo comienzo, me ayuda enormemente repasar mentalmente las experiencias en proyectos anteriores en los que he estado involucrada; así entreno a mi mente para que deje de jugármela (al menos hasta la próxima).

Lo que hago es explicarle a mi mente que tengo un montón de experiencia, que he sido capaz de enfocar los proyectos en los que he participado y cuando no ha sido así me he apoyado en personas que me han ayudado a desatascarme. Llegado el caso, sé que habrá alguien que me ayude a ver luz.

2 / Respirar hondo

Una vez que he conseguido romper el bucle, lo que hago es aportar oxígeno. Respiro hondo e imagino ese miedo algo más pequeño y apartado de mi mente, lo que hace que pierda su protagonismo y por tanto su poder paralizante. Normalmente no desaparece pero sin prestarle atención soy capaz de enfocarme de nuevo y pasar al siguiente paso.

3 / Cambio de perspectiva

Por último, con el miedo ya apartado a un lado, normalmente lo que ocurre es un cambio de perspectiva, algo así cómo un ‘click’ cerebral. Me doy cuenta de que tan sólo es el principio de un nuevo proyecto, que no necesito tener todas las respuestas, y en lugar de preguntarme ¿qué narices hago aquí?, modifico la pregunta y la planteo de la siguiente manera ¿cómo narices empezar? Así, paso de pensar qué narices hacer a cómo narices hacer. Aunque no lo parezca, hay una gran diferencia entre las dos. Mientras el qué hacer me lleva al mundo de los entregables, los resultados finales o lo que hay que diseñar, el mundo de los cómo me lleva a imaginar un proceso, una metodología, un primer paso, a plantear el espacio del proyecto como algo que se puede transformar en el camino y que no tiene una sola respuesta.

Siguiendo este proceso cada vez que ese miedo paralizante atacaba, he conseguido moverme de ese espacio tan incómodo, hacia una forma equilibrada de hacer que el foco recaiga en cómo vamos a hacer las cosas antes de plantearnos qué haremos.

Dándole la importancia que tiene al proceso de trabajo, he conseguido disfrutar más de lo que hago.

El cambio de perspectiva me ha permitido trasladar a los equipos con los que trabajo la importancia de cuidar el cómo porque, amigas, en el cómo es dónde la magia ocurre. Y sinceramente, ahí es dónde mi trabajo más me motiva: hablando con personas que usan servicios públicos y se pierden en el camino, descifrando cómo se genera confianza entre personas que usan una plataforma digital de compra-venta, desenredado conversaciones entre visiones encontradas de diferentes actores de un proyecto, entendiendo cómo el personal de una gran organización utiliza los servicios de ciber-seguridad internos (algo que nadie se había planteado antes). Todo esto puede parecer estar muy lejos de un resultado concreto pero aporta la lucidez necesaria para tomar decisiones inteligentes en el proceso de diseño y da todo el sentido al qué (el resultado) que vendrá después.

Con amor,

<3